viernes, 18 de noviembre de 2011

“SOÑÉ QUE VIVÍA CONTIGO”, de José Antonio Llebrés.

(Relato completo)


     En un palacio de grandes pórticos y ventanales. Del esplendoroso jardín nacen las más bellas flores para engalanar tu suave pelo, que las delicadas brisas mecen cuando caminas sobre pétalos de rosas. Tu cuerpo, cubierto con las mejores sedas traídas expresamente de la gran Persia, se mueve grácilmente entre los grandes y coloridos cortinajes que cubren las estancias cuando te acercas a mí con una sonrisa infinita. Tu olor te precede, por encima de los relajantes perfumes que emana nuestro jardín y me embriaga hasta la extenuación. Cierro los ojos y te imagino abrazándome, y tu joven piel junto a la mía. Abro los ojos y sucede. Salimos al balcón cubierto de sinuosas enredaderas y contemplamos la naturaleza en toda su gracia, en la primavera de la naciente y próspera Babilonia. El muro del jardín de nuestro palacio, cubierto de ladrillos vidriados de tonos azulados y grisáceos, contrasta, en la lejanía, con los rojos, amarillos y verdes de las flores y los árboles frutales regalándonos a la vista un luminoso arcoíris. Cuando tus ojos se posan en el jardín, éste se pone a tus pies y potencia sus tonalidades y aromas para dedicártelos por el solo hecho de fijar tu mirada en él. Ella es así, sabe sacar lo mejor de cada persona y cada ser vivo. Tus profundos y serenos ojos apaciguan el alma, tranquilizan como la música amansa a las fieras. Tu piel brilla al sol primaveral que calienta nuestros espíritus y se ilumina con un aura que te envuelve y engrandece tu insuperable belleza.

      Me regalas todo tu ser sin pedirme nada a cambio. Nada me pides pero todo te doy, nada te pido pero todo me das. ¿Es esto amor? Los árboles retuercen sus ramas cuando pasas junto a ellos en señal de saludo y los animalillos dejan sus quehaceres momentáneamente para dedicarte una mirada de soslayo al sentir tus pasos acercándose delicadamente. Y no se asustan, permanecen a la vista en señal de admiración y sumisión. Tus largos paseos por nuestro jardín lo fortalecen y hacen que sea el más frondoso y colorido de toda Babilonia compitiendo estrechamente con los Jardines Colgantes, el orgullo de esta gran ciudad. Tengo celos de los árboles, de los pequeños animales que moran en nuestro jardín, de los rayos de Sol que te iluminan, de los vestidos que rozan tu cuerpo, pero sé que ellos no podrán separarte de mí. Te siento tan cercana… una sensación indescriptible recorre mi cuerpo cuando te abrazo y te acaricio y querría que se detuvieran las arenas del tiempo por toda la eternidad. Mi mente se nubla y me dejo llevar por una enorme paz interior mientras el sonido de los pájaros cantando entre las ramas meciéndose me llena y me transporta a un mundo interior de infinita felicidad.

      Cada noche eres la última visión de mis cansados ojos y me despierto cada mañana, a tu lado, antes que tú solamente para recrearme en tu belleza serena. Tu respiración profunda, tu piel caliente, tu largo y suave pelo que se desliza entre mis dedos como el agua de lluvia entre las hojas, las sábanas blancas de pura seda tapan las curvas de tu cuerpo grácilmente. La brisa de la mañana inunda la estancia y refresca el ambiente. Entonces, tus ojos se entreabren y me miras. Me sonríes. Y nuestras miradas se hacen una a la vez que nuestros rostros se acercan poco a poco… Si tú me lo pidieras, pondría el cielo estrellado a tus pies y lucharía contra los mismísimos dioses para complacerte.

      Soñé que moría contigo.


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