“- ¡El desprecio!...- rechaza mi padre
con la voz más desdeñosa imaginable-. El desprecio lo temen los poderosos
porque les debilita; ellos prefieren ser odiados porque eso es reconocer su
fuerza. Los débiles nos confirmamos en ese desprecio ajeno porque es nuestra
identidad. “El que se humilla será ensalzado”, lo dicen hasta los que necesitan
dios, y es que al instalado en la sumisión no se le puede rebajar más.
- No comprendo- me atrevo a
interrumpirle.
Me contempla benévolo:
- Me extraña, con la vida que has
llevado. Cuando el sumiso se encara con el fuerte, retándole a que le degrade,
y el fuerte reacciona maltratando y humillando, hace precisamente lo que desea
el sumiso. Es decir, le obedece, se convierte en su instrumento, aunque crea
estar dominando…Mientras no te desprecies a ti mismo, ríete del desprecio ajeno
y vive según tu propia verdad.”
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