El señor todopoderoso los
aniquiló
por mano de una mujer.
Que no fue derribado su
caudillo
por jóvenes guerreros,
ni le hirieron los hijos de
titanes,
ni soberbios gigantes le
vencieron.
Sino que fue Judit, hija de
Merarí,
quien le paralizó con la
hermosura de su rostro.
Se despojó de su ropa de
viuda
por amor a los cautivos de
Israel.
Ungió su rostro con
perfumes,
vistió de lino para seducirle,
prendió la mitra en sus
cabellos.
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