miércoles, 21 de diciembre de 2011

“TÚ Y YO”, de José Antonio Llebrés.


      Eres humo. Te elevas lentamente danzando al son de la corriente suave de aire que entra por las rendijas en la fría noche. Tu corta existencia ensombrece la intensidad de tu calor pero renaces nuevamente y te alzas orgulloso pero no desafiante. El ciclo vital de tu vida se va apagando pausadamente. Porque sin calor no existes. Tienes la imperiosa necesidad de aparecer y desaparecer al mismo tiempo. Nacer y morir a la vez. ¿Puede haber algo más hermoso? No te inquietas ante nada y nada te afecta salvo, quizás, el caprichoso viento pero aún así lo esquivas y bailas junto a él en un cortejo sublime y grácil pero vácuo. Me hipnotizas y me llevas a la ensoñación viéndote crecer vivo y poderoso a la luz del Sol o de la Luna. A la luz, alguna.

      Sin luz nadie te ve, nadie te observa pero tú no dejas de elevarte y bailar y bailar, y nacer y morir. Y existir…

      Quiero ser como tú, humo. Me convierto en humo. Y floto en el aire dejándome arrastrar por los vientos, a su merced, y me deshago en mil hilos de mi propio ser e impregno todo a mi paso para morir y volver a nacer y seguir el camino que he seguido antes y volver a recrearme en ese placer, placer puro.

      Pero sin luz nadie me ve. Tú no me ves y yo no te veo. Necesito verte. La soledad de mi cíclica existencia es infinita sin luz. No emito sonidos y tú tampoco. No sé dónde estás. Quiero alcanzarte pero no puedo. Me siento débil porque mi fuego es débil, mi vida se apaga pero quiero verte una vez más. Dejar esta existencia con una última visión de tu existencia, mi amado humo.

      Hay luz. Tú eres humo y yo soy humo. Nosotros somos humo. Y ascendemos poderosamente y nos entrelazamos y acariciamos sin importar el viento y morimos y volvemos a la vida… juntos, unidos. Confeccionamos complejas figuras con permiso de la brisa y, en lo más alto, nos difuminamos como lágrimas en la lluvia pero sin tristeza y renacemos nuevamente unidos por siempre, nunca nos separaremos porque somos humo.

      La maravillosa monotonía de nuestro destino, nacer y morir para volver a nacer y volver a morir, no nos inquieta y nuestras almas son una en constante evolución y, esta vez, luchamos ferozmente con la brisa que silba entre las rendijas porque nada podrá separarnos. Te siento muy cerca y nuestra existencia va de la mano. Nuestro destino es el mismo porque somos humo.