martes, 15 de noviembre de 2011

“LEÓN BOCANEGRA”, de Alberto Vázquez Figueroa


     “- ¿Serías capaz de suicidarte?
      - Naturalmente –le respondió el cura.
      - Pero eso es pecado. Un pecado mortal.
      - El peor pecado es que alguien, sea quien sea, consienta en que tengamos que padecer lo que estamos padeciendo. O lo que yo he padecido en aquella salina. Quien consiente tal cosa no tiene derecho a esperar que se respeten sus leyes.
      - Suena a blasfemia.
      - Blasfemar constituye siempre el último recurso. Estoy cansado de huir y de esconderme; de vivir peor que la más miserable de las bestias; de pasar calor, hambre y sed. Y sobre todo de saber que me encuentro a miles de millas de mi mundo y no saber si algún día regresaré.”

(……)


     “- ¿Quién puede asegurar dónde se encuentra exactamente la salvación eterna? ¿Quién asegura que no es más lógico amar a Dios mientras se cazan monos en libertad, que mientras se corta caña encadenado? El odio a quien nos sojuzga puede conducir muy fácilmente al rechazo hacia quien tiene el poder de evitar tal vejación y sin embargo no hace nada por impedirlo.- Dijo el cura.
      - ¿Dios?
      - ¿Quién si no?
      - Extraño cura, a fe mía.
      - Hace años dejé de considerarme cura –puntualizó el mugriento anciano-. Ya no me siento cura, ni sacerdote, ni misionero, ni tan siquiera siervo de cristo.
      - En ese caso, ¿qué hace aquí?
      - ¡Y yo qué sé!”



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