lunes, 14 de noviembre de 2011

“AMOR, CURIOSIDAD, PROZAC Y DUDAS”, de Lucía Etxebarría


   “ Hasta ahora no había caído en la cuenta de que me sobra tanto tiempo, y creía que la casa no me dejaba un minuto libre, y lo creía de verdad, estaba tan convencida de eso como de pequeña, con las monjas, lo estaba de que Dios existía; pero ahora sé que el trabajo de la casa no es tan absorbente, y tampoco estoy muy segura de que exista Dios, y si existe, que ya no lo sé, desde luego no se preocupa mucho por ninguno de nosotros. Es más fácil creer en Dios cuando eres pequeña y la vida se limita a ir y venir del colegio y jugar con tus muñecas. Luego de mayor, cuando ves todas las cosas malas que hay en el mundo, ya no te resulta tan fácil eso de ser católica, y por muy bonitas que sean las estatuas de la Virgen con su manto azul y su corona de estrellas y las flores de mayo, no sé, como que se te pasa. Me parece que yo dejé de creer a los doce años. Yo era buena, era una buena chica, sigo siéndolo, y Dios no tenía ninguna razón para tratarme mal.”


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