“Pasé la noche muy inquieto. En algún
momento abrí los faros. Estaba bañado en sudor, y Tula sobaba a mi lado. Me
levanté en gayumbos, sin pensar en nada, y saqué la pipa de la mochila. Tula
dormía muy tranquila, con el pelo revuelto cayendo sobre la almohada. No sé qué
me vino a la cabeza, pero el caso es que me veo durante un tiempo que me
pareció una eternidad encañonándola, mientras respiraba tranquilamente. Más
tarde he pensado mucho sobre el flús de aquella noche y he llegado a la
conclusión de que con los sentimientos ocurre como con las drogas: hay
subidotes y bajones. Y lo que uno siente es algo que depende de lo que llevas
dentro. Si estás chungo dentro, estás chungo con los demás, y no sabes hasta
dónde vas a poder controlarlo. Es como si siempre estuviéramos en la cuerda
floja. Así que he llegado a la conclusión de que uno nunca puede fiarse de sus
emociones. Creo.”
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