jueves, 10 de marzo de 2016

"EL AMANTE BILINGÜE", Juan Marsé

   
     -Grrrr.... 
  - ¡Muy bonito, hombre! –dijo el otro pasajero, un señor alto y magro-. Lo que faltaba. 
    - Disculpe. 
   - ¿Le parece bonito? –insistió el hombre. 
    - Me siento mal. 
    - Habérselo pensado antes. 
    - ¿El qué? 
    El pasajero tardó un poco en responder. 
    - Yo ya me entiendo –dijo por fin, implacable-. Si uno se siente mal y además está borracho, lo mejor es no subir al autobús. 
    Marés le dio la espalda y vomitó (de nuevo) contra el cristal. Viajó por la avinguda de Pedralbes mirando la noche a través del vómito: luces y lentejas resbalando sobre el cristal. Parece mentira –gruñó el pasajero-, deberían hacerle limpiar eso. Tiene usted razón, señor. Se dejó resbalar él también en su rincón y se instaló sobre sus vómitos. Ya no puedo caer más bajo, se dijo. El pasajero le observaba con una mezcla de conmiseración y de asco, limpiándose los labios con un pañuelo, como si hubiese arrojado él, y no Marés. 

 (……) 

     Se despertó de madrugada a causa de una pesadilla recurrente en la que llamaba a Marés con desespero, instándole urgentemente a que comprara una fregona y un limpiacristales. Sintió náuseas y poco después se encontraba vomitando en el retrete. Cuando terminó de vomitar, se sentó en la tapa del wáter dispuesto a reflexionar un rato sobre su destino. No se le ocurrió nada. Al tirar de la cadena del wáter advirtió que estaba roto el bote sinfónico del depósito, oyó el estruendo del agua, tiró con más fuerza y rompió la cadena. 
     - ¡Vaya! –dijo-. Este manazas de Marés...



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